Turismo oscuro: una respuesta al cambio climático

Turismo oscuro: una respuesta al cambio climático

Cuando se piensa en «ciudades fantasma», suelen evocarse imágenes de pueblos polvorientos que parecen sacados de la era del Salvaje Oeste estadounidense. Sin embargo, el cambio climático y las consiguientes catástrofes medioambientales, han abierto una nueva forma de vacacionar y conocer sitios arrasados por los desastres climáticos. Estamos frente a una era de “turismo oscuro”. 

Turismo oscuro: una nueva alternativa frente al cambio climático

Este no es un fenómeno de la actualidad, sino que ya en la segunda mitad del siglo XIX podemos ver los primeros vestigios. Durante esta época, algunas ciudades mineras en pleno auge fueron abandonadas a medida que los recursos naturales se agotaban y su viabilidad económica se desvanecía. Con el tiempo, algunas de estas ciudades encontraron una nueva vida como atracciones turísticas, a menudo con un toque de diversión kitsch. 

Sin embargo, ahora estamos presenciando una nueva era de ciudades fantasmas, y aunque pueden ser espeluznantes, distan mucho de ser atractivas atracciones turísticas. El cambio climático y las catastróficas consecuencias ambientales, como inundaciones, sequías, tormentas, incendios forestales y temperaturas extremas cada vez más frecuentes e intensas, están impulsando lo que los expertos consideran las primeras oleadas de asentamientos abandonados debido al desplazamiento climático.

¿Por qué la fascinación por la “ruina”?

Desde el punto de vista del turismo, muchas zonas que han dependido históricamente de esta práctica también son vulnerables a este abandono. Algunos ejemplos más comunes son las estaciones de esquí alpinas, donde las nevadas ya no son propicias para esquiar y se ven obligados a cerrar el establecimiento y las pistas. Lugares de vacaciones tradicionales, como España y el Mediterráneo, también son ejemplo de abandono, ya que en algunos casos han sufrido mortíferas olas de calor e incendios forestales. 

Si bien la mayoría de los turistas prefieren evitar estos lugares, existe un segmento de nicho conocido como “turismo oscuro” que podría surgir en torno a esas ciudades fantasma nacidas como consecuencia del cambio climático. 

Según explica el director del  Instituto de Investigación del Turismo Oscuro, Universidad de Central Lancashire, existe una fascinación y morbo inherente por la ruina, donde el pasado suele contar una historia de nuestras fechorías y desgracias.

A pesar de que la búsqueda de lo que el Instituto define como «turismo oscuro», es decir, lugares turísticos relacionados con la muerte, el desastre o lo aparentemente macabro, puede plantear cuestiones éticas, el director se aventura a afirmar que esta curiosidad turística puede resultar beneficiosa en realidad.

  1. Vunidogoloa, Fiji

Fiyi, una nación insular en el Pacífico Sur, se encuentra en una situación especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático, como la subida del nivel del mar y la intensificación de los ciclones. En respuesta a esta amenaza, el gobierno de Fiyi ha reubicado varias comunidades costeras hacia zonas más elevadas, ante el inminente riesgo de quedar sumergidas bajo las aguas. 

Un ejemplo notable es el pequeño pueblo costero de Vunidogoloa, en la isla de Vanua Levu, que fue la primera comunidad en ser reubicada en 2014 a una ladera más segura en el interior. En la actualidad, los restos de la aldea original, ahora cubiertos de vegetación, son lo único que queda en el antiguo emplazamiento, donde antes vivían unas 150 personas.

  1. Isla de Jean Charles, Louisiana

En Luisiana, las comunidades costeras han sufrido considerablemente debido a la subida del nivel del mar, erosionada por el cambio climático y azotada por tormentas y huracanes. La isla de Jean Charles, ubicada en el Golfo de México, a unos 129 kilómetros al sur de Nueva Orleans, ha perdido una gran parte de su extensión original de 8,900 hectáreas, quedando solamente 129. 

La comunidad local, que afirmaba tener ascendencia nativa estadounidense, recibió apoyo gubernamental para establecer un nuevo asentamiento llamado «La Nueva Isla,» situado a unos 65 kilómetros al norte, en una zona más elevada. Hasta octubre de 2023, la mayoría de las familias originales de la isla de Jean Charles se habían trasladado a este nuevo lugar.

  1. Cotul Morii, Moldavia

Moldavia, uno de los países más vulnerables al cambio climático en Europa, enfrenta riesgos climáticos como olas de calor, tormentas, sequías y, sobre todo, inundaciones, de las que ha experimentado tres en las últimas dos décadas. Estas inundaciones han causado destrucción generalizada y enormes gastos. 

El pueblo de Cotul Morii, ubicado a orillas del río Prut, quedó sumergido por las catastróficas inundaciones de 2010. En lugar de reconstruirlo en el mismo sitio, el Gobierno ordenó desplazarlo a unos 15 kilómetros de distancia.

  1. Estación de esquí de Chacaltaya, Bolivia

La estación de esquí de Chacaltaya en Bolivia, que fue la más alta del mundo, operó en el monte Chacaltaya a 5,200 metros de altitud desde la década de 1930 como la única estación de esquí en los Andes bolivianos. Sin embargo, cerró en 2009, el mismo año en que el glaciar Chacaltaya, de 18,000 años de antigüedad, se derritió por completo debido al cambio climático, llevando consigo la mayor parte de la nieve.

En la actualidad, la antigua estación se encuentra en estado de abandono, con su cafetería, bar y teleférico como testigos de su pasado.

  1. Valmeyer, Illinois

El cambio climático ha sido relacionado con ciclos más volátiles de sequías e inundaciones a lo largo del río Misisipi, el más largo de Norteamérica. Cuando la Gran Inundación en 1993 afectó a la pequeña ciudad de Valmeyer en Illinois, causando daños a la mayoría de sus edificios, los residentes, con el respaldo financiero del gobierno, decidieron reconstruir la ciudad de 900 habitantes en un acantilado cercano. 

Aunque la inundación en sí es anterior al cambio climático, la nueva Valmeyer, 30 años después, es considerada un ejemplo exitoso de cómo se pueden realizar reubicaciones de ciudades para aumentar su resiliencia ante el cambio climático.